Tratado de las pasiones del alma es el primer libro de una trilogía sobre la muerte, compuesta además por El orden natural de las cosas (en mi opinión la mejor novela de António Lobo Antunes y una de las más extraordinarias novelas que he leído en mi vida) y por La muerte de Carlos Gardel. Sin embargo, en Tratado de las pasiones del alma, aquí la muerte está plasmada como una función ulterior, como algo alrededor
de lo cual giran todas las demás cosas: el pasado que nos aparece
repentinamente en el camino, lo esperemos o no; nuestras motivaciones,
nuestros miedos, nuestros objetivos y proyectos, y quizás también
nuestros amores, nuestros odios... en fin, todo aquello que Lobo Antunes
llama con absoluta pertinencia "las pasiones del alma". La trama es
sencilla y complejísima a la vez: un terrorista, el Hombre, es sometido a
un interrogatorio por un Juez de Instrucción, quien resulta ser un
compañero de infancia al que no ha visto en años. Su conversación
empieza así a convertirse en un torrencial de sucesos e imágenes
pasadas, que se van enmarañando y confundiendo, por un lado el presente y
la situación de estos hombres, en posiciones absolutamente distintas;
por el otro un pasado completamente distinto: el Juez de Instrucción era
un niño de familia humilde, que trabajó en las tierras del abuelo del
terrorista que ahora interroga. Y es entonces que surge una dicotomía
interna en el personaje del Juez de Instrucción: ¿debe intentar salvar a
su antiguo amigo de una condena casi inevitable? ¿O debe mantener su
posición y dejar atrás el pasado que le sigue atormentando?
Valiéndose de una prosa musical y absolutamente desgarradora, Lobo Antunes consigue que esta
novela se nos abra como un abanico de imágenes y sucesos, tiempos que
se confunden y emociones que terminan pareciéndonos propias: la muerte
que aguarda al final de todo, la nostalgia por el pasado y el presente
donde todo eso se mezcla, intentando hallar claridad en un mundo del que
solo podemos esperar nubes oscuras.
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