Iris M. Zavala
Comencemos por definir qué es el saber. Equivale a saber interrogar como saber lo tocante a la verdad...Para otros, saber acerca de las cosas. Lacan se acerca mucho a Heidegger puesto que la filosofía no es una cuestión especulativa sino un acto de pensamiento. Esto implica que la filosofía no es un saber sistemático progresivo, una historia que va armando cimientos configurando una arquitectura o un monumento. La filosofía trataría de un diálogo que se propone entrar en la conversación en el momento más frágil, pero también más potente. El saber jamás podrá ser convocado como una autoridad intelectual ni como una forma de acudir a la erudición, o conocimiento de datos.
La definición más sencilla nos dice que conocer consiste en obtener una información acerca de un objeto. Conocer es conseguir un dato o una noticia sobre algo. El conocimiento es esa noticia o información acerca de ése objeto. Por ejemplo, conocimiento de la realidad —es decir, el que se deriva de la percepción para la epistemología...como en Descartes, para quien esta es un conocimiento que abre la mente a la posibilidad de la construcción de la verdad y del conocimiento. “El saber aquel de la ciencia se constituye sobre el modo de producción del saber”, sostiene Lacan. El sujeto cartesiano nacido con el tiempo del reloj y el hombre-autómata, se lanza a la “conquista” de la verdad que le permita explicar el mundo. Normalmente este conocimiento pertenece hoy día al mundo universitario, llamémoslo como Lacan, el saber universitario, que se apoya sobre todo en el rigor del conocimiento... los datos, lejos de la búsqueda de la verdad de Sócrates, reconocido como el padre de la ética occidental o filosofía moral.
Pero, ¿a qué campo semántico remite el vocablo "riguroso"? Según el Diccionario de la Real academia española, riguroso significa: áspero y acre; muy severo, cruel; estrecho, austero, rígido; extremo, duro de soportar. El sentido del vocablo "rigor" no está muy alejado: escrupulosa severidad; dureza en el trato; último término al cual pueden llegar las cosas; intensión, vehemencia; propiedad y precisión; rigidez. ¿A qué sentido de "rigurosidad" remite la filosofía de Lacan? ¿A la cuadratura y rigidez que impiden el pensar o a la escrupulosidad que es el fundamento de un pensar preciso? Quizás ambos sentidos no están separados por un abismo, como sostienen pensadores como Slavoj Zizek, entre otros.
Y doy un rodeo. Se ha desmoronado aquel templo del saber que fue la universidad en tiempos pasados; es decir, antes del capitalismo salvaje que nos aplasta que confunde la sabiduría y el saber con el mundo mediático. Ya sé que algunos de ustedes, las generaciones del capitalismo tardío, la globalización, o de eso que se llama la posmodernidad o hipermodernidad, encontrarán anticuado ese concepto tan decimonónico: templo del saber, renovada referencia al templo de Palas Atenea, la diosa de la sabiduría, y aquel conocido dictum socrático: Yo solo sé que no sé nada.... Es pues una frontera sensible entre la verdad y el saber, que ya no quieren decir nada para nadie, ya que el discurso universitario se constituye ahora haciendo del saber una apariencia, semblante, mascarada. Ahí precisamente se sostiene el discurso universitario actual que solo se viste con la librea del saber, que está hecho para que el saber haga de ropaje. Se reconocerá en estas palabras a Lacan.
Sería necesario retomar aquella idea—la de la universidad como institución que se apoya en la frontera entre la verdad y el saber--, cuyo principio soberano era enseñar; la que introduce en la palabra y en el mundo de las ideas la duda y el enigma; es decir, la sospecha. Prepararnos con interrogantes a desempeñar ese trabajo tan arduo que se llama civilizar, y que es producto de una posición ética. Es decir: civilizar, domesticar La Cosa.... lo real, el goce; o dicho en palabras más simples, al troglodita y depredador que todos llevamos dentro. El sujeto ético busca la "palabra verdadera" frente a la engañosa, la que debemos reconocer en sus manejos retóricos. Aludo claro a la sospecha; a saber escuchar las posiciones axiológicas del otro. Se podría decir, resumiendo, que la verdad es una actitud ética frente a uno mismo y al otro.
Justamente, el saber como búsqueda de la verdad, de la ética, es el objeto perdido en la universidad. Porque hoy día, ¿hablamos de universidad o de burocracia? Los acontecimientos revelan un giro notable: la universidad es pura burocracia; aparentar saber mediante un semblante “objetivo” neutro, orientado al conocimiento de datos, a la llamada objetividad, y como consecuencia la destrucción de un lazo social que no solo transmite cultura sino que la afianza. Llamémoslo despolitización; el giro es síntoma de la política actual. Hoy el discurso burocrático revela que los intentos de impartir un saber son tentativas de dominarlo, convirtiendo el discurso universitario en el paradigma de la hegemonía del saber. No se trata de saber leer—y remito a las Humanidades—sino de poner al calce el dato necesario para refrendar cuanto decimos. Despliegues de erudición que a nada conducen, si enseñarnos a distinguir entre el sabio, el erudito y el charlatán. Los cambios del siglo XXI en la economía y sociedad, y los avances tecnológicos en la información, la biotecnología obligan a revisar la función de la educación superior en el progreso. El gran desafío a enfrentar es cómo insertarnos en un mundo cada vez más globalizado.
La universidad no es una instancia política, pero es imposible enfrentar las amenazas globales sin desarrollar una cultura de la responsabilidad ética. “El templo del saber”, como la llamaba Unamuno, produce hoy rentables unidades de valor académico, no hay alumnos sino clientes. Hoy se ha convertido en un gran supermercado de la cultura: números, cantidades, contables solo para las estadísticas en las que se basa la democracia occidental. Pero la sociedad de consumo es solo para el privilegiado. Debemos producir una “rectificación subjetiva”, volver a instar la duda, las preguntas, saber es discernir, preguntar. Esta es labor de la universidad; la mundialización nos crea un profundo malestar... El saber es un conjunto articulado de conocimientos construidos por un individuo en relación con un contexto cultural, que le permitan dar sentido al mundo que le rodea, ser un miembro activo y reaccionar frente a dicho entorno, comunicarse con otros y hacer progresar sus propios conocimientos, cuyo valor reside en el desarrollo del espíritu (psique) y en la autonomía personal que proporciona (nos hace menos dependientes del entorno que queremos cambiar). Equivale a un acto de pensamiento, y nunca una convocación a la autoridad intelectual ni como una forma de acudir a la erudición.
Sin embargo, la universidad dista hoy de provocar deseo de saber, mas bien se reduce a la información. Estamos en una nueva forma de desarrollo, sustentada por el conocimiento, lo que obliga a reorientar la investigación académica. En definitiva: la labor de la Universidad es enseñar a pensar, a cuestionar; solo la independencia universitaria, libre de toda servidumbre política puede llevar a cabo tal tarea. De esa separación entre poder y saber depende el futuro de la institución, si aspira a crear ciudadanos libres, capaces de afrontar los retos del futuro desde una posición crítica. Desde su fundación la universidad ha cultivado las humanidades; lo restante era oficio, técnica; por tanto, no hay saber fuera de las humanidades. Y con el giro tecnológico, empezaron por arrinconarla, hasta llegar a la exclusión de ese saber sobre el lenguaje, y los textos que es el ámbito de las letras; leer es pensar, leer es elegir.
Con el desprestigio de la universidad hoy día se ha excluido y desvalorizado el pensamiento crítico para trasladarlo al falso concepto del conocimiento actual. Hemos sustituido aquel “templo del saber” por una sociedad de la información, no del conocimiento. Falsa premisa, se transmite una información sin autoridad, sin posibilidad de discriminar, diferenciar, de seleccionar. El saber no es susceptible de globalización, es espacio de la diversidad, la heterogeneidad, el respeto, valores que la “sociedad del conocimiento” actual excluye. Se transmiten destrezas técnicas, para alcanzar un bienestar que sustituya la ética. ¿Podrán nuestros tecnócratas afrontar la profunda crisis actual? La Universidad tendrá que responder.
Su obra literaria ha sido traducida al inglés, servocroata e italiano. Su abundante bibliografía consta de cientos de artículos en inglés, francés, italiano, y castellano, así como de numerosos estudios de profundo análisis acerca del pensamiento actual, feminismo y sociedad.
Comencemos por definir qué es el saber. Equivale a saber interrogar como saber lo tocante a la verdad...Para otros, saber acerca de las cosas. Lacan se acerca mucho a Heidegger puesto que la filosofía no es una cuestión especulativa sino un acto de pensamiento. Esto implica que la filosofía no es un saber sistemático progresivo, una historia que va armando cimientos configurando una arquitectura o un monumento. La filosofía trataría de un diálogo que se propone entrar en la conversación en el momento más frágil, pero también más potente. El saber jamás podrá ser convocado como una autoridad intelectual ni como una forma de acudir a la erudición, o conocimiento de datos.
La definición más sencilla nos dice que conocer consiste en obtener una información acerca de un objeto. Conocer es conseguir un dato o una noticia sobre algo. El conocimiento es esa noticia o información acerca de ése objeto. Por ejemplo, conocimiento de la realidad —es decir, el que se deriva de la percepción para la epistemología...como en Descartes, para quien esta es un conocimiento que abre la mente a la posibilidad de la construcción de la verdad y del conocimiento. “El saber aquel de la ciencia se constituye sobre el modo de producción del saber”, sostiene Lacan. El sujeto cartesiano nacido con el tiempo del reloj y el hombre-autómata, se lanza a la “conquista” de la verdad que le permita explicar el mundo. Normalmente este conocimiento pertenece hoy día al mundo universitario, llamémoslo como Lacan, el saber universitario, que se apoya sobre todo en el rigor del conocimiento... los datos, lejos de la búsqueda de la verdad de Sócrates, reconocido como el padre de la ética occidental o filosofía moral.
Pero, ¿a qué campo semántico remite el vocablo "riguroso"? Según el Diccionario de la Real academia española, riguroso significa: áspero y acre; muy severo, cruel; estrecho, austero, rígido; extremo, duro de soportar. El sentido del vocablo "rigor" no está muy alejado: escrupulosa severidad; dureza en el trato; último término al cual pueden llegar las cosas; intensión, vehemencia; propiedad y precisión; rigidez. ¿A qué sentido de "rigurosidad" remite la filosofía de Lacan? ¿A la cuadratura y rigidez que impiden el pensar o a la escrupulosidad que es el fundamento de un pensar preciso? Quizás ambos sentidos no están separados por un abismo, como sostienen pensadores como Slavoj Zizek, entre otros.
Y doy un rodeo. Se ha desmoronado aquel templo del saber que fue la universidad en tiempos pasados; es decir, antes del capitalismo salvaje que nos aplasta que confunde la sabiduría y el saber con el mundo mediático. Ya sé que algunos de ustedes, las generaciones del capitalismo tardío, la globalización, o de eso que se llama la posmodernidad o hipermodernidad, encontrarán anticuado ese concepto tan decimonónico: templo del saber, renovada referencia al templo de Palas Atenea, la diosa de la sabiduría, y aquel conocido dictum socrático: Yo solo sé que no sé nada.... Es pues una frontera sensible entre la verdad y el saber, que ya no quieren decir nada para nadie, ya que el discurso universitario se constituye ahora haciendo del saber una apariencia, semblante, mascarada. Ahí precisamente se sostiene el discurso universitario actual que solo se viste con la librea del saber, que está hecho para que el saber haga de ropaje. Se reconocerá en estas palabras a Lacan.
Sería necesario retomar aquella idea—la de la universidad como institución que se apoya en la frontera entre la verdad y el saber--, cuyo principio soberano era enseñar; la que introduce en la palabra y en el mundo de las ideas la duda y el enigma; es decir, la sospecha. Prepararnos con interrogantes a desempeñar ese trabajo tan arduo que se llama civilizar, y que es producto de una posición ética. Es decir: civilizar, domesticar La Cosa.... lo real, el goce; o dicho en palabras más simples, al troglodita y depredador que todos llevamos dentro. El sujeto ético busca la "palabra verdadera" frente a la engañosa, la que debemos reconocer en sus manejos retóricos. Aludo claro a la sospecha; a saber escuchar las posiciones axiológicas del otro. Se podría decir, resumiendo, que la verdad es una actitud ética frente a uno mismo y al otro.
Justamente, el saber como búsqueda de la verdad, de la ética, es el objeto perdido en la universidad. Porque hoy día, ¿hablamos de universidad o de burocracia? Los acontecimientos revelan un giro notable: la universidad es pura burocracia; aparentar saber mediante un semblante “objetivo” neutro, orientado al conocimiento de datos, a la llamada objetividad, y como consecuencia la destrucción de un lazo social que no solo transmite cultura sino que la afianza. Llamémoslo despolitización; el giro es síntoma de la política actual. Hoy el discurso burocrático revela que los intentos de impartir un saber son tentativas de dominarlo, convirtiendo el discurso universitario en el paradigma de la hegemonía del saber. No se trata de saber leer—y remito a las Humanidades—sino de poner al calce el dato necesario para refrendar cuanto decimos. Despliegues de erudición que a nada conducen, si enseñarnos a distinguir entre el sabio, el erudito y el charlatán. Los cambios del siglo XXI en la economía y sociedad, y los avances tecnológicos en la información, la biotecnología obligan a revisar la función de la educación superior en el progreso. El gran desafío a enfrentar es cómo insertarnos en un mundo cada vez más globalizado.
La universidad no es una instancia política, pero es imposible enfrentar las amenazas globales sin desarrollar una cultura de la responsabilidad ética. “El templo del saber”, como la llamaba Unamuno, produce hoy rentables unidades de valor académico, no hay alumnos sino clientes. Hoy se ha convertido en un gran supermercado de la cultura: números, cantidades, contables solo para las estadísticas en las que se basa la democracia occidental. Pero la sociedad de consumo es solo para el privilegiado. Debemos producir una “rectificación subjetiva”, volver a instar la duda, las preguntas, saber es discernir, preguntar. Esta es labor de la universidad; la mundialización nos crea un profundo malestar... El saber es un conjunto articulado de conocimientos construidos por un individuo en relación con un contexto cultural, que le permitan dar sentido al mundo que le rodea, ser un miembro activo y reaccionar frente a dicho entorno, comunicarse con otros y hacer progresar sus propios conocimientos, cuyo valor reside en el desarrollo del espíritu (psique) y en la autonomía personal que proporciona (nos hace menos dependientes del entorno que queremos cambiar). Equivale a un acto de pensamiento, y nunca una convocación a la autoridad intelectual ni como una forma de acudir a la erudición.
Sin embargo, la universidad dista hoy de provocar deseo de saber, mas bien se reduce a la información. Estamos en una nueva forma de desarrollo, sustentada por el conocimiento, lo que obliga a reorientar la investigación académica. En definitiva: la labor de la Universidad es enseñar a pensar, a cuestionar; solo la independencia universitaria, libre de toda servidumbre política puede llevar a cabo tal tarea. De esa separación entre poder y saber depende el futuro de la institución, si aspira a crear ciudadanos libres, capaces de afrontar los retos del futuro desde una posición crítica. Desde su fundación la universidad ha cultivado las humanidades; lo restante era oficio, técnica; por tanto, no hay saber fuera de las humanidades. Y con el giro tecnológico, empezaron por arrinconarla, hasta llegar a la exclusión de ese saber sobre el lenguaje, y los textos que es el ámbito de las letras; leer es pensar, leer es elegir.
Con el desprestigio de la universidad hoy día se ha excluido y desvalorizado el pensamiento crítico para trasladarlo al falso concepto del conocimiento actual. Hemos sustituido aquel “templo del saber” por una sociedad de la información, no del conocimiento. Falsa premisa, se transmite una información sin autoridad, sin posibilidad de discriminar, diferenciar, de seleccionar. El saber no es susceptible de globalización, es espacio de la diversidad, la heterogeneidad, el respeto, valores que la “sociedad del conocimiento” actual excluye. Se transmiten destrezas técnicas, para alcanzar un bienestar que sustituya la ética. ¿Podrán nuestros tecnócratas afrontar la profunda crisis actual? La Universidad tendrá que responder.
Nota del editor : Iris M. Zavala (Puerto Rico,1936) se licencia en la Universidad de Salamanca con una tesis sobre su gran maestro, Unamuno, que se convirtió en su primer libro, Unamuno y su teatro de conciencia, Premio Nacional de Literatura de Puerto Rico en 1964. Una amplia carrera universitaria se inicia entonces: México, Nueva York, Puerto Rico, Italia, Holanda, Polonia, España; y una actividad como conferenciante que la ha llevado a diversos lugares de Norte América, Latinoamérica y Europa.
Ha recibido múltiples galardones y reconocimientos por su labor intelectual. Destacan la condecoración del Rey de España, Encomienda, Lazo de Dama de la Orden de Mérito Civil, de 1988, la Medalla de Honor del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1994, el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Puerto Rico, en 1996 y de la Universidad de Málaga, en 2003. En el 2001 recibió la Cátedra UNESCO de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona. Asimismo es Premio Nacional de Literatura de Puerto Rico, en 1972, por Ideología y política en la novela española del siglo XIX, Premio Nacional de Literatura, Instituto de Literatura, Puerto Rico, en 1990, por Rubén Darío bajo el signo del cisne. Premio del Pen Club de Puerto Rico por El bolero. Historia de un amor, en 1992. Premio del Pen Club, por la novela El libro de Apolonia o de las islas, 1994.Su obra literaria ha sido traducida al inglés, servocroata e italiano. Su abundante bibliografía consta de cientos de artículos en inglés, francés, italiano, y castellano, así como de numerosos estudios de profundo análisis acerca del pensamiento actual, feminismo y sociedad.
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