Francisco Lorenzo

Francisco Lorenzo

lunes, 8 de febrero de 2010

La desbandá de Málaga


España aparta
de mí ese cáliz
II Batallas
César Vallejo, 1937

Málaga sin padre ni madre
ni piedrecilla, ni horno, ni perro blanco!
Málaga sin defensa, donde nació mi muerte dando pasos
y murió de pasión mi nacimiento!
Málaga caminando tras de tus pies, en éxodo,
bajo el mal, bajo la cobardía, bajo la historia cóncava, indecible, ]
con la yema en tu mano: tierra orgánica!
y la clara en la punta del cabello: todo el caos!
iMálaga huyendo
de padre a padre, familiar, de tu hijo a tu hijo,
a lo largo del mar que huye del mar,
a través del metal que huye del plomo,
a ras del suelo que huye de la tierra
y a las órdenes iay!
de la profundidad que te quería!
iMálaga a golpes, a fatídico coágulo, a bandidos,
a infiernazos ]
a cielazos,
andando sobre duro vino, en multitud,
sobre la espuma lila, de uno en uno,
sobre huracán estático y más lila,
y al compás de las cuatro órbitas que aman
y de las dos costillas que se matan!
iMálaga de mi sangre diminuta
y mi coloración a gran distancia,
la vida sigue con tambor a tus honores alazanes,
con cohetes, a tus niños eternos
y con silencio a tu último tambor,
con nada, a tu alma,
y con más nada, a tu esternón genial!
iMálaga, no te vayas con tu nombre!
iQue si te vas,
te vas
toda, hacia ti, infinitamente en son total
, concorde con tu tamaño fijo en que me aloco,
con tu suela feraz y su agujero
y tu navaja antigua,atada a tu hoz enferma
y tu madero atado a un martillo!
iMálaga literal y malagüeña,
huyendo a Egipto, puesto que estás clavada,
alargando en sufrimiento idéntico tu danza,
resolviéndose en ti el volumen de la esfera,
perdiendo tu botijo, tus cánticos, huyendo
con tu España exterior y tu orbe innato!
¡Málaga por derecho propio
y en el jardín biológico, más Málaga!
¡Málaga, en virtud
del camino. en atención al lobo que te sigue
y en razón del lobezno que te espera!
¡Málaga. que estoy llorando!
¡Málaga. que lloro y lloro!

Entre los días siete y ocho de Febrero de 1937, hace 73 años, una marea humana de entre 150,000 y 200,000 personas pasó por Motril camino de Almeria. Este éxodo fue, lo que la gente llamo la "desbandá" de Málaga, huían temerosos de la represión de las fuerzas nacionalistas.

La masacre de la población civil de Málaga en Febrero de 1937 es un hecho poco conocido por la ocultación que hicieron los jefes del bando nacionalista por el descrédito y el horror ante el mundo, pero también por los de la República que ocultaron el hecho para evitar la desmoralización de la población civil en la zona repúblicana. La desorganización, los enfrentamientos entre cenetistas y comunistas tuvieron mucho que ver en la caída de Málaga. Estos enfrentamientos fueron la clave para que no se enviaran los refuerzos para su defensa, se les dejo a su suerte. Mientras la Aviación y la Escuadra rebelde machacaba a una población indefensa que huía en desbandada, la Aviación de la República se escudaba en el mal tiempo para permanecer inactiva y la Escuadra permanecia a resguardo en Cartagena.

Los líderes de la ciudad, traicionando a la República, abandonaron la ciudad. Las tropas sublevadas tenían camino libre para lanzarse al saqueo, compuestas mayoritariamente por extranjeros (moros, italianos, y legionarios de diversos países). Se calculan en 120.000 o 150.000 los refugiados malagueños que huyeron presa del pánico por la carretera de la costa (las habladurías populares de como se comportaban las tropas moras cuando tomaban una ciudad enemiga causaba pavor, fueran ciertos los rumores o no, y nadie quería quedarse a probar suerte). Avanzaban lentamente y en penosas condiciones, la mayoría mujeres niños y viejos, que morían en su fuga en un goteo constante: de hambre, de debilidad, acosados por los ametrallamientos de los aviones y los bombardeos de las naves de guerra. No se conoce el parte de bajas de los asesinados en lo que se llamó " La Masacre de la Carretera de la Muerte", aunque se habla de 3.000, 5.000, nadie lo sabe a ciencia cierta. La ayuda militar republicana nunca llegó, sólo naves de evacuación al puerto de Almeria y la inestimable ayuda de los voluntarios médicos, entre estos estaba Norman Bethune, el cirujano canadiense que vivió en primera persona el éxodo malagueño, así lo cuenta:

"La evacuación masiva de la población civil de Málaga comenzó el domingo día 7. Veinticinco mil tropas alemanas, italianas y moras entraron en la ciudad el lunes día 8 por la mañana; tanques, submarinos, barcos de guerra, aviones, todos a la vez para aplastar a las defensas de la ciudad mantenidas por un pequeño y heroico grupo de tropas españolas sin tanques, ni aviones que los defendieran.

Los así llamados "nacionalistas" entraron en lo que prácticamente era una ciudad desierta, del mismo modo que habían hecho en cada pueblo y ciudad asediada en España.

Así que imagínense a ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños disponiéndose a marcharse en búsqueda de seguridad hacia una ciudad situada o más de cien millas. Hay una única carretera que pueden tomar. No hay ninguna otra manera de escapar. Esto carretera, limítrofe por un lado, con las altas montañas de Sierra Nevada, y por el otro, con el mar está construida sobre la ladera de linos acantiladas y sube y baja a más de 500 pies por encimo del nivel del mar. La ciudad que deben alcanzar es Almería y está a más de doscientos kilómetros más allá. Un joven fuerte y sano puede caminar a pie unos cuarenta o cincuenta kilómetros diarios. El viaje a que estas mujeres, ancianos y niños debían enfrentarse les llevará a cinco días y cinco noches de camino, al menos. No encontrarán alimentos en los pueblos, ni trenes, ni autobuses para transportarlos. Ellos debían caminar y a medida que iban andando se tambaleaban y tropezaban con los pies llenos de rajas y de heridas de ir por el pedernal de la carretera, los fascistas los bombardeaban desde el aire y les disparaban desde los barcos de guerra.

Ahora lo que quiero contarles es lo que yo mismo vi de esta penosa marcha, la más grande y terrible evacuación de una ciudad en los tiempos actuales. Llegamos a Almería a las cinco del día 10 con un camión refrigerado, cargado de sangre almacenada desde Barcelona. Nuestra intención era continuar hacia Málaga para poner transfusiones de sangre a los heridos. En Almería, oímos por vez primera que la ciudad había caído y fuimos advertidos de no ir más lejos ya que nadie sabía ahora donde estaba la línea del frente enemigo, pero todos estaban seguros de que la ciudad de Motril había caído también. Pensamos que era importante continuar y descubrir corno se desarrollaba la evacuación de los heridos. Salimos por la tarde a las seis por la carretera de Málaga y a unas cuantas millas más allá nos encontramos con la cabeza de la lamentable procesión. Aquí estaban los más fuertes con todas sus pertenencias sobre los burros, las mulas y los caballos. Los pasamos, y cuanto más lejos íbamos, aún más penosa a la vista, se hacían los espectáculos. Miles de niños, contamos unos cinco mil de menos de diez años, y al menos, mil de ellos iban descalzos y, muchos de ellos cubiertos con una sola prenda. Estos iban recolgados de los hombros de sus madres o agarradas a sus manos. Aquí habla un padre que iba tambaleándose con dos niños, uno de un año y otro de dos años, sobre sus espaldas, además de estar cargando cazos y sartenes, junto con alguna valorada pertenencia. El incesante torrente de gente llegó a ser tan denso, que apenas podían os forzar el coche entre medio. A ochenta y ocho kilómetros de Almería nos suplicaron que no fuésemos más lejos, ya que los fascistas estaban justo detrás.

Por entonces habíamos pasado al lado de tantas mujeres y niños afligidos que pensamos que lo mejor era volver y comenzar a poner a salvo los peores casos. Era difícil elegir cuales llevarse, nuestro coche era asediado por una multitud de madres frenéticas y padres que con los brazos extendidos sujetaban hacia nosotros sus hijos, tenían los ojos y la cara hinchada y congestionada tras cuatro días bajo el sol y el polvo.

"Llévense a este"'; "miren este niño'; "este está herido". Los niños envueltos de brazos y piernas con harapos ensangrentados, sin zapatos, con los pies hinchados aumentados de dos veces su tamaño, lloraban desconsoladamente de dolor, hambre y agotamiento. Doscientos kilómetros de miseria. Imagínense, cuatro días y cuatro noches, escondiéndose de día entre las colinas ya que los bárbaros fascistas los perseguían con aviones, caminaban de noche agrupadas en un sólido torrente, hombres, mujeres, niños' mulos, burros, cabras gritando los nombres de sus familiares desaparecidos, perdidos entre la multitud. Cómo podíamos elegir entre llevarnos a un niño muriéndose de disentería o entre una madre que nos contemplaba silenciosamente con los ojos hundidos llevando contra su pecho a un niño nacido en la carretera hacía dos días. Ella se había parado de caminar durante diez horas solamente.

Aquí había una mujer de sesenta años incapaz de seguir arrastrándose para dar un paso más, sus gigantescas piernas hinchadas con úlceras y varices sangrando dentro de sus rotas sandalias de trapo. Muchas ancianas abandonaban simplemente esta lucha, se tendían a los lados de la carretera y esperaban la muerte.

Decidimos llevarnos primeros a los niños y a las madres, pero luego la separación entre padre e hijo, marido y mujer se hizo demasiado cruel para poder soportarla. Acabamos por llevarnos a las familias con mayor número de hijos pequeños, y a los niños solitarios de los que había centenares, sin padres. Llevábamos a treinta o cuarenta personas en cada viaje durante tres días sucesivos a Almería, al Hospital del Socorro Rojo internacional, donde recibían cuidados médicos, comida y ropa. La inagotable devoción de Hazen Sise y de Thomas Worsley, conductor del camión, salvó muchas vidas. Se alternaban para conducir día y noche, ida y vuelta, durmiendo en medio de la carretera entre viaje y viaje, sin comida, excepto pan seco y naranjas.

Y ahora viene la barbarie final. No contentos con bombardear y ametrallar a esta procesión de campesinos indefensos, a lo largo de esta larga carretera, en la tarde del día 12 cuando el pequeño puerto de Almería estaba repleto de refugiados, habiendo aumentado en población el doble, cuando unas cuarenta mil personas exhaustas alcanzaron un puerto de lo que ellos pensaban que era seguridad, fuimos masivamente bombardeados por aviones fascistas alemanes e italianos. La sirena dio la alarma treinta segundos antes de que cayera la primera bomba. Estos aviones no hacían esfuerzo alguno por alcanzar los barcos de guerra del Gobierno que estaban en el puerto, ni por bombardear las barricadas. Estos lanzaron deliberadamente diez gran des bombas en el centro mismo de la ciudad, donde en la calle principal, dormían apiñados sobre la calzada, de tal forma que apenas si podía pasar algún coche, los exhaustos refugiados. Después de que hubiesen pasado los aviones recogí en mis brazos a tres niños muertos de la calzada, justo enfrente del Comité Provincial para la Evacuación de refugiados donde hablan estado esperando en una larga cola a que les dieran una taza de leche y un puñado de flan seco, era el único alimento que algunos tornaban durante días. La calle parecía una verdadera carnicería, llena de muertos y de moribundos, alumbrada solamente por el resplandor anaranjado de los edificios en llamas. En la obscuridad, los lamentos de los niños heridos, los chillidos de las madres agonizantes, las maldiciones de los hombres, iban elevándose en un solo grito masivo, alcanzando un tono de intolerable intensidad. Uno mismo sentía su cuerpo tan pesado como el de los muertos, pero, vacío y hueco, y uno sentía su cerebro arder con una intensa luz de odio. Aquella noche fueron asesinadas cincuenta personas de entre la población civil y, unas cincuenta mas fueron heridas. Hubo dos soldados muertos.

A hora bien, ¿cuál era el crimen que esta indefensa población civil había cometido para ser asesinados de este modo tan sangriento? Su único crimen era que habían votado para elegir un Gobierno de personas encargadas de la más moderada mitigación de la abrumadora carga de siglos de codicia capitalista. La cuestión había sido ya abordada, ¿por qué no se habían quedado en Málaga esperando la entrada de los fascistas? Sabían lo que les pasaría. Sabían lo que iba a ocurrirles a sus hombres y mujeres, lo mismo que les había pasado a tantos otros en las demás ciudades apresadas. Todo varón entre 15 y 60 años que no pudiera demostrar que no había sido forzado a ayudar al Gobierno, sería inmediatamente fusilado. Y es el conocimiento de todos estos hechos lo que concentró a dos tercios de toda la población española en una cuarta del país y lo que aún sostuvo la República.

El responsable directo del crimen fue el general Queipo de Llano, quién dio la orden de iniciar el bombardeo desde la costa y desde el aire contra la columna de refugiados civiles que huían a Almería con las pocas pertenencias que habían podido reunir sobre asnos o sobre sus cabezas.

El diez de febrero los destacamentos de varguardia italianos del general Roatta siguiendo con su ofensiva toman Motril estrangulado la huida de los refugiados.

En los dias siguientes fuerzas leales a la República, en concreto la Sexta Brigada bajo el mando del comandante Gallo y la trece división de las Brigadas Internacionales contraatacaron, logrando fijar el frente al este de Motril en una linea fortificada que iba desde el barranco de Calahonda, la loma del Conjuro, sierra de Lujar hasta el Mulhacen, todavía pueden verse trincheras y nidos de ametralladoras en algunos puntos como el Cerro del Aguila cerca de Jolucar. Este frente permaneceria sin modificación en toda la guerra. Las tropas nacionalistas fracasaron varias veces en su intento por romperlo y llegar hasta Almeria.


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