Francisco Lorenzo

Francisco Lorenzo

lunes, 12 de octubre de 2009

12 de Octubre. DÍa de la Fiesta Nacional

Sobre los amores a las patrias y a las banderas

Por la dimensión universal de estos autores y por lo interesantísimo que resulta su lectura, os copio dos artículos, el primero escrito por Rafael Reig y el segundo por Carlos Schulmaister. Como hoy es doce de octubre, Día de la Hispanidad y de la exaltación de la España "en la que no se ponia nunca el sol". Felices también por aquello de "por el imperio hacia Dios" . Bueno, sin rollos: Porque a mi me da la gana y celebro la Fiesta Nacional como quiero y...... Considero que es muy conveniente que os paréis unos minutos leyendo lo que ambos autores dicen.

Versa sobre las banderas y el patrioterismo, los orgullos de lo “propio” y el amor a los nacionalismos.

Obviamente, yo no soy Patriota ni nacionalista ; no creo que mi país sea el mejor ni que mi cultura sea la más atractiva.

Obviamente, yo soy internacionalista: Mi única patria es la vida y mi única bandera la justicia social.



Rafael Reig

Ah, o sea, que es la hispanidad lo que celebran. Ni la más remota idea. Yo pondré un disco de Paco Ibáñez cantando a Brassens (ver vídeo): “En la fiesta nacional, me quedo en la cama igual; la música militar nunca me supo levantar”. Celebrar que uno es español (o esloveno) me parece una señal inequívoca de cretinismo. No entiendo qué se celebra. Menos mal que Rajoy ha salido del armario y ha proclamado su opción nacional “sin aspavientos, pero con orgullo”. Así lo ha convertido en un Día del Orgullo, como si los españoles fuéramos, en España, una minoría y víctimas del rechazo. Alucinatorio, claro.

¿Frente a quién proclaman el orgullo de ser español? ¿Frente a esos pobres esquimales que sufren la desdicha de no haber nacido en Calahorra? Según Mariano, se trata de que “todo el mundo sepa lo que los españoles sentimos por España”. Vale, pero los españoles ya sabemos lo que sentimos, ¿no?, así que sin duda quiere demostrárselo a los bosquimanos, finlandeses, magrebíes y otros desinformados. ¡Se van a enterar! Lo que un tanzano siente por Tanzania nada tiene que ver con lo que Rajoy siente por España. No hay color.

Rajoy, además de salir del armario, promueve el outing: quiere que los demás “hagan algún gesto que muestre lo que guardan en su corazón”. Cursilerías aparte, ¿de qué habla? ¿De guiñar un ojo? ¿Contonearse patrióticamente? ¿Cómo demostrar que entiendes, que no desdeñas las experiencias patrióticas (hay que probarlo todo)? ¿Se propone acaso Mariano desenmascarar a esos patriotas que aún no se atreven a declarar en público su condición? Delirante. Igual que lo de Zapatero. ¿Que se quieren apropiar de la bandera? Que les aproveche y, de propina, se llevan a mi suegra. ¿No le produce a usted desaliento ver a socialistas defendiendo fruslerías como la bandera, la patria y la Corona? A mí, sí.

Hoy, me quedaré en casa, bebiendo whisky a sorbitos y jugando con mi hija, mientras pasan las carrozas (y los tanques) del Día del Orgullo. Les respeto. No son enfermos. Su opción patriota es tan respetable como otra cualquiera y muchos de mis mejores amigos son patriotas.


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Carlos Schulmaister

Es la patrolatría de los que independientemente de su ubicación social, no tienen conciencia de que el mito de la patria les ha secuestrado sus mentes y sus cuerpos, pese a lo cual, se sienten y se creen dueños de sí mismos, de sus pensamientos, de sus gestos y de sus voces en el momento de su tensión pro patria. Por eso, ya fueran patricios o plebeyos, su fanatismo patriótico los convertirá, inevitablemente, en clientes de la patria, es decir, de aquellos que ejercen el poder en su nombre.

El patrioterismo es falsamente espontáneo. Permanece ligado a formas exteriorizadas y programadas a condición de ser vistas y difundidas extensamente pues, de lo contrario, no brindan rédito a sus autores. Surge de los arrebatos temperamentales o de las emociones elementales antes que del ejercicio del raciocinio. En estos raros casos, suele ser el fruto de inducciones expresas o implícitas de los dueños del poder a través de mecanismos y recursos culturales, educativos o comunicacionales.

Es epidérmico, frívolamente exhibicionista, desbordante, melodramático, jactancioso, exaltado e histérico. Sobre todo, narcisista. Y así como estalla repentinamente, bien pronto desaparece sin que nada pueda arraigarse en él ya que es como las arenas movedizas, o como simples cáscaras que nada encierran pues sus signos distorsionan los posibles significados.

Es ridículo, patético. A quien lo observa desde afuera le provoca vergüenza ajena. Se queda en el gesto crispado, violento, en el grito destemplado, desmesurado, en el cliché copiado de la cultura audiovisual que adocena las expresiones contestatarias de las masas desde acá hasta la China.

El patrioterismo es la antesala, entre otras desgracias, del chauvinismo, ya que el patriotero no puede retroceder, so riesgo de licuar su imagen de bizarría trabajosamente construida con gestos tremendistas, de los cuales más de uno de sus cultores espera poder comer el día de mañana. En ese instante, se produce la máxima tensión posible en el interior de las contradicciones inherentes al mito de la patria: nosotros contra el resto del mundo.

Es demagógico, intolerante, autoritario y excluyente como el de aquel que alardea de patriota por poner a la entrada del living de su casa un felpudo con la imagen de la bandera británica, para ser constantemente hollado al entrar y salir, lo cual no afecta en lo más mínimo a Gran Bretaña, pues sólo funciona como señal para terceros cercanos respecto del supuesto gran patriotismo del dueño de casa; pero, en realidad, sí sirve para algo más: para mostrar la poca monta y la degradada condición de su patriotismo.

Algo similar ocurre con aquel que propone declarar obligatoria y universal la enseñanza y aprendizaje de la lengua mapuche en las escuelas de Argentina; o con los que proponen prohibir la enseñanza-aprendizaje del idioma inglés en la escuela pública por ser la lengua emblemática de los dominadores mundiales, prohibiendo la difusión audiovisual de la música académica, de rock and roll o de jazz, por representar la avanzada de la penetración cultural imperialista, o por considerarla elitista o atentatoria contra el "ser nacional", el cual se hallaría representado únicamente por el folclore y el tango.

Sentir un nudo en la garganta, una congoja que oprime el pecho, unas lágrimas tibias mojando unas mejillas, será para algunos como un lavado del alma, pudiendo experimentar la sensación de hallarse en conexión con la patria por haberse activado en ellos un cierto sentido o facultad que pudiera llamarse sensibilidad patriótica.

Pero cuando estas emociones son reflejos condicionados, causados a repetición por la manipulación o inducción patriotera se trata, en realidad, de sensiblería patriótica, correlato habitual del patrioterismo, ya que este nace y muere en la emoción; a lo sumo, en una representación o un mito sintetizador, pero el bien -en este caso, un bien recóndito- vale muy poco si se reduce a una idea, a una sensación, a una emoción, o a la pura fe, y no se convierte en acto o en obras positivas, pues esto último es, en definitiva, la esencia del patriotismo, de la solidaridad y el amor patrióticos.

El patrioterismo es siempre una desviación, un atajo, una operación de enmascaramiento de la verdad que, en definitiva, no representa los verdaderos intereses de la mayoría sino sólo los de los grupos dirigentes que dicen ser los representantes de aquella. Lo cual equivale a una mentira encubierta. Se explica por la acción fomentadora de sus beneficiarios en las sombras y por la extendida carencia de conciencia política racional (con r) en un contexto, y por causa de la crisis de la política, a su vez, causada por las renuencias, renuncios y traiciones de la mayoría de los políticos y de otras dirigencias.

Entre nosotros, el patrioterismo es algo cotidiano y hartante hasta el infinito, que brega por nuevos fueros, es decir, que tiene una tendencia en alza y un nuevo desenfado y petulancia, como se observa crecientemente en los espacios privados tanto como en los públicos, en donde son registrados y difundidos por los Mass Media multiplicando sus efectos docentes (persuasivos, disuasivos, coercitivos y finalmente, formativos).

En síntesis, patrioterismo equivale a irracionalidad, a atraso, a no haber aprendido ninguna lección de la historia, en tanto devenir. Y sobre todo, a dependencia, pero no de una potencia extranjera, sino de nuestra propia ignorancia.

¿Hasta cuándo seguiremos así?.


3 comentarios:

Motril dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Motril dijo...

NO estoy de acuerdo,

ahora sí este es el enlace correcto, je je je: http://www.youtube.com/watch?v=Rh39NUYExek&feature=player_embedded

Francisco Lorenzo dijo...

Para Motril: En eso consiste la democracia, distintas formas de pensar, dentro del maximo respeto para todas. Siempre que se utilicen los cauces constitucionales y pacificos. Gracias por tu comentario.
Un saludo.