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Tras más de dos años que llevamos los trabajadores sumidos de lleno en la crisis económica, se celebra una vez más el 1º de mayo. Llega el histórico día de los trabajadores, y me parece a mi que la clase obrera tiene poco que celebrar. Lo hacemos con un panorama y un contexto todavía peor que el del año pasado, que a su vez ya fue notablemente más duro que el anterior. Es decir, que mientras para banqueros, grandes empresarios y burócratas, sean políticos o sindicalistas, la crisis se queda en noticias que a duras penas les afectan, los trabajadores seguimos cuesta abajo y sin frenos. Y por si esto fuese poco, se nos presentan en el horizonte nuevas agresiones contra nuestros derechos; nuevos recortes que aún han de empeorar más nuestras actuales condiciones de vida.
Con casi cinco millones de parados, con más de millón y medio que no cobran ya ninguna prestación, esos para los que la administración y los burócratas del sindicalismo domesticado de este país se reservan el eufemismo de " parados de larga duración", termino que encubre realidades de auténtica agonía y miseria. Esas legiones de parados a los por lo visto solo les salvara de la indigencia la manida idea propuesta por gobierno, patronal y sindicatos oficiales que lleva meses sobre la mesa, y que a seguro traera nuevos recortes, la "nueva reforma del mercado de trabajo". También hemos oído estos meses hablar de reformas del sistema de pensiones, de incrementos de impuestos indirectos (esos en los que paga lo mismo un multimillonario que un obrero mileurista, pese a la diferencia en sus respectivos ingresos) y, en fin, de una larga retahíla de abusos contra los de siempre: los que hemos generado la riqueza de este país cuando las vacas eran gordas, y somos relegados a situaciones de apuro, necesidad e incluso extrema pobreza cuando las vacas se vuelven flacas.
Parémonos a pensar un momento: ¿hemos generado la crisis los trabajadores? ¿somos responsables de alguna forma de esta debacle económica? De ninguna manera. ¿Por qué, entonces, somos nosotros quienes la pagan, una vez más?. Todos los Estados de los llamados países ?desarrollados?, entre ellos el español, han dilapidado miles de millones de euros en operaciones de salvamento a la banca, han condonado deudas a grandes magnates (Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, sería el ejemplo más cercano para nosotros), etcétera. Ese Estado que habla de la necesidad de "austeridad" en estos tiempos que corren, es el mismo que continúa gastándose sumas ingentes en subvenciones para partidos políticos y sindicatos, en lugar de dedicar ese dinero a la satisfacción de las necesidades más acuciantes de quienes menos tienen, como podrían ser la total cobertura con fondos del erario público de alimentación y vivienda para todos.
Queda suficientemente claro, al menos para mi, que dinero hay, y de sobra. El problema, es que ese dinero se lo están repartiendo una vez más entre los mismos de siempre, que son además los responsables directos de la crisis que estamos sufriendo. Dicho de otra forma, nos están expoliando a los trabajadores como nunca antes en varias décadas se había visto, tanto a nivel nacional como internacional.
Y por si fuera poco con lo que ya hay, como decía al principio se avecinan reformas que todavía agudizarán más esta dramática situación. Se pretende impulsar el famoso contrato de fomento del empleo, que reduce la indemnización por despido improcedente de 45 días/año a sólo 33. Además, gobierno y patronal han tenido el descaro de proponer que el FOGASA costee una parte de estas indemnizaciones. Dicho de otra forma: se pretende que los trabajadores paguemos nuestros propios despidos. Se pretende reducir en dos puntos la cotización de las empresas a la Seguridad Social. Se ha lanzado el globo sonda del posible retraso de la edad de jubilación a 67 años, que antes o después se hará realidad.
Para estos señores se trata, en suma, de "flexibilizar" un poco más el mercado laboral. Se trata de mermar todavía más el poder adquisitivo de los trabajadores, de reducir las prestaciones sociales, de hacernos trabajar más por menos. Todo ello con la aprobación y la complicidad de CCOO y UGT, de quienes ya no es necesario demostrar que llevan más de treinta años haciendo cumplir los deseos institucionales de paz social y desmovilización, que nos han dejado a los trabajadores sin herramientas para defendernos, en lugar de preocuparse lo más mínimo de defender los derechos y la dignidad del conjunto de la clase obrera.
Es evidente que cuesta dar con formas efectivas de oponer resistencia a estos atropellos. Cuesta, porque desde la mal llamada "Transición ejemplar" se nos ha habituado a un modelo de organización sindical que es herencia directa en sus formas de actuar del modelo Vertical de la Central Nacional Sindicalista de la dictadura, en la que la corrupción campa a sus anchas, en la que mediante el sistema de subvenciones los sindicatos dependen directamente del Estado, en lugar de ser organizaciones autónomas y bajo control de aquellos a quienes supuestamente deben defender: los trabajadores.
Con este panorama pregunto: ¿ Que es lo que hay que celebrar hoy?. Que nos lo digan los políticos y los sindicalistas oficiales de este país, que como diría el impresentable tío del bigote " se llama España".
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