- Buenas tardes ¿Está Juan Iznacio?
- Sí ¿ quien eres?
-Soy Paco, el amigo de su hijo.
- Pues está durmiendo, si habiais quedado, ahora mismo subo y lo despierto.
-En absoluto, deje que duerma, ya nos veremos otro dia. Se por propia experiencia lo que es tener que trabajar de noche sin haber dormido lo suficiente . Un saludo.
-Adios Paco.
Juan Iznacio ayuda a su padre por las noches en un pequeño negocio familiar de panaderia. Somos colegas en el oficio.
Llueve , tras de los cristales llueve y llueve....... sigue cantando Serrat en la sinfonola. Salgo a la calle pensando que hacer, en como no morirme de aburrimiento esta tarde. Tengo tiempo libre hasta la diez de la noche, hora en la que empieza mi jornada de trabajo en la panaderia. Hay pocos sitios a donde ir la tarde de un domingo de Noviembre sin futlbol en este Motril. Como no sea ponerte a dar vueltas Calle Nueva para arriba, Calle Nueva para abajo. Eso, o hacer como todo hijo de vecino en este puñetero pueblo, dar vueltas sin parar al "tontódromo municipal del paseo de las Explanadas.
En la fachada del Motril Cinema, desde un enorme cartel me mira Carrol Baker, una despapanante rubia americana anunciando a la vez una escena de "Harlow la rubia platino",una pelicula biográfica sobre Jean Harlow, otra rubia americana todavia más......y más despapanante . Me muero de ganas por verla, pero, ¿quien es el guapo que se atreve a entrar? La pelicula es para "mayores con tres erres" , y además el portero es tío mio. Me puede trincar del pescuezo y darme una buena ración de "rubia platino". Rapidamente me quito de la cabeza lo de meterme en el cine. La cancion de Serrat me ha puesto un poco melancólico, acorde con con el tiempo que hace esta tarde . Me decido por dar un paseo hasta el Varadero.Camino calle abajo, huele a castañas asadas, justo en el cruce del Mediterraneo, en la esquina de la calle Marjalillo, hay un puesto atendido por una señora mayor, compro un cucurucho, están tan calientes que casi me quemo los dedos, eso que mis manos saben bastante del calor, acostumbradas al pan caliente recien salido del horno.
Pelando y comiendo castañas enfilo hacia abajo la cuesta de la playa. De los plátanos de indias de la carretera del puerto van cayendo las últimas hojas. En el arcén se forman una tupida alfombra que entorpece el caminar hasta el viejo barrio de pescadores. El puerto permanece en silencio, hoy domingo no hay actividad en los muelles. Las traiñas y las vacas permanecen abarloados en dos hileras, costado a costado. Los mercantes amarrados con enornes cabos a los bolardos de hierro, parecen gigantes de enorme barriga negra recostados sobre el muelle de costa. El marinero filipino sube gateando por la escala de uno con bandera chipriota atracado frente al "Mazinger",(la farola del puerto), mientras desde la cubierta , otros marineros tambien filipinos, se divierten conteplando la comica escena . Me dirijo hacia la punta del espigón de Poniente, hasta "el farillo verde de la bocana". El mar que ha penanecido tranquilo y manso durante meses, ahora ruge algo nervioso, como si el otoño, antesala del duro invierno, no le gustara nada, como sí "Poseidon" le agitara sus profundas entrañas, obligandole a a cambiar su pacifico carácter y cumplir con el nuevo ciclo. Pero nuestro mar ruge sin mucha convicción, su rugido es apenas un lamento, un ligero y dulce susurro de olas verdes y espuma blanca acariciando a Levante la playa de las Azucenas y las escolleras de los muelles, mientras a Poniente se muere la tarde, dejando el sol entre las nubes ramalazos de todos los colores. Fijo los ojos en el rilar de las olas, de sopetón como diria mi madre, miles de recuerdos vienen esta tarde a mi memoria.
Estamos en Otoño, los días se acortan, las tardes solo duran el tiempo que dura una siesta y un café, la vida se vuelve más pausada, yo diría más ralentizada...... como si una parte de nuestro vivir cotidiano lo ocultaramos al ponerse el sol.
El otoño llega a Motril por la festividad de la Virgen de la Pastora, patrona del barrio de Capuchinos. Es tiempo de lluvia y de ferias, de turrones, almendras garrapiñadas, menbrillos, higos secos y catañas asadas en los puestos y carrillos de las plazas. Es tiempo de recitar el Tenorio en las escuelas y de "responsos" en el cementerio. Algunos de mis compañeros de clase en los Agustinos se sacan una pasta haciendo de monaguillos y ayudando a los curas cantar estos "responsos" en la vispera del Día de los Difuntos.
Pero para mi, sobre todo, el otoño es tiempo de adolecentes "crueles y ralengos", de jovenes exploradores de sembrados y almendrales, armados con botellas llenas de " aluas" y ristras de "pillapajaros", depradadores de incautos caldeleros, pechuguitas y reinas- moras. Tan solo la astuta pajarica logra burlarse de los infatiles esterminadores. Tambien es tiempo de "chatos y peseteros" con tapas de pajarillos fritos en las tabernas, y en la casa, la cena alrededor de la olla de boniatos cocidos.
El otoño es una magnifica estación del año, pero yo confieso que a mi , aunque tambien me gusta este tiempo melancólico , me gustan más las estaciones alegres. Si hiciera un simil con la moda, se podría decir que soy más un tipo de primavera-verano, que de otoño-invierno. Yo que nací, precisamente un día de Todos los Santos ..... me digo absorto en mis pensamientos. Me pregunto cual es la razón de mi "ansia" por vivir intensamente todas las estaciones de año. La razon quizá sea el hecho de pertenecer a una generación, donde un tiempo lleno de privaciones, hizo de nuestra infancia, una infancia de colores pardos, de pantalones remendados con los bolsillos llenos bolas, de domingos de cine en el gallinero del Calderon, una infancia en la que la vida era un perpetuo otoño, pero nosotros supimos convertirla en unos años de eterna primavera, lo llenabamos todo con la fuerza de nuestra vitalidad y mucha imaginacion, somos la generación de los "inventores", inventabamos todo, hasta los juguetes , que remedio.
Se hace tarde, arrecia el frio y la noche, sobre mi cuerpo empieza a posarse el relente. Para volver a Motril cojo la "Alsina de la playa". al subir al autobús, giro mi cabeza, la veo venir caminando por la avenida Julio Moreno, sola, pensativa, por unos momentos nuestras miradas se cruzan. Unos hermosos y brillantes ojos negros me roban la respiración. El corazón me late muy deprisa, a cien por hora. Al subir, ella me regala una sonrisa que da rienda suelta a mi juvenil fantasia.
Durante el corto viaje, repetimos el juego de las miradas, yo clavo mis ojos en los suyos hasta que ella los baja ruborizada. Al bajarnos del autobús me vuelve a regalar otra sonrisa, esta vez a modo de despedida. Yo maldigo el tener que irme a trabajar.
Cruzo rapidamente la ciudad. Desde el cartel del cine siguen mirandome, no sé, sí Carrol Baker, o Jean harlow. Me da igual, ya no me gustan las rubias despapanantes. Ahora me gustan las morenas de grandes y brillantes ojos negros. Sigo bajo los efectos del shock de la chica del autobús. El domingo que viene volvere al viejo barrio marino a buscarla. Ahora hay que ir a trabajar, no queda otro remedio.
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