Hace unos pocos años cuando yo era un poquito mas joven, en estos días de la Semana Santa mientras en España la cera arde todas las noches en devoción de Cristos y Vírgenes y nuestras calles y plazas se llenan de enardecidos fieles que lanzan piropos a pasos de misterio o de palio. Mientras media España da muestras de su Fe Católica aplaudiendo a rabiar a costaleros y portadores de tronos, yo por esos dias cojia las de Villa Diego y me largaba a Lisboa donde no me alcanzaba el olor del incienso, ni las arengas y soflamas de hermanos mayores ni de capataces. Llegaba alli en un ritual casi iniciatico todas las primaveras, buscando un misticismo mucho más mundano, y a fe mía que lo encontraba ya de madrugada por la Baixa, el Chiado o el Barrio Alto. Durante estos días este pecador, pecaba a conciencia en las noches lisboetas, mis pecados iban tras los pasos del poeta , tras la inmortalidad de Pessoa por aquellos lugares que frecuentó, a base de Sagres, viño verde y Fado , es más, creo que más de una vez el meláncolico autor me dejó en la puerta del hotel, casi con los primeros rayos de un timido sol asomando por las torres de Alfama .
No se si fue en el Club de Fado, en la Taberna del Enboucado, o en Casa Liñhares donde me enamore de ella, me enamore de su belleza helénica, de su voz especial que hace que el fado sea más que un lamento, un susurro en tu alma . La recuerdo actuando en locales del Barrio Alto impregnando de un discreto toque de lujuria la húmeda noche lisboeta, hoy es una de las mejores interpretes del fado actual . Ella es Ana Moura.
Cuando llega la primavera me pongo melancolico, sigo enamorado de su voz y mientras por aquí en estos dias las calles huelen a cera y a incienso, yo hecho en falta el olor a pintura vieja, a salitre , a albahaca, a canela y al lamento de la noche por las empinadas calles de Lisboa. Es mi particular semana de pasión.
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