Hay total acuerdo, yo lo calificaría de "consenso sospechoso" entre los poderes económicos- financieros, la CEOE representante de nuestra gran patronal, los economistas y políticos liberales y hasta los miembros del Ejecutivo que hasta hace tan solo unos meses eran poco dados a recortes y reformas. En menos que canta un gallo, en un abrir y cerrar de ojos se han puesto todos de acuerdo en la necesidad de realizar una reforma del mercado del trabajo sustancial. Este planteamiento se no hace llegar a la ciudadanía de manera agobiante por los medios de comunicación como si ello fuera la "panacea" para salir de la crisis y entrar en la senda del crecimiento económico y de la creación de empleo.
También existe el mismo "consenso más que sospechoso" sobre los contenidos que debería tener esa reforma del mercado de trabajo. Básicamente y para no andarnos por las ramas, el abaratamiento del despido, la descentralización de la negociación colectiva, la flexibilización de los modos de contratación y ahora con menos énfasis, la disminución de costes laborales principalmente los relacionados con las cotizaciones sociales.
Como he dicho anteriormente la mayoría de quienes defienden la reforma suelen coincidir en que es imprescindible llevarla a cabo para hacer frente a la crisis y al desempleo tan preocupante que se produce en nuestra economía. Estos grandes "Gurús" de las ciencias económicas nos lo dicen por activa y por pasiva, afirmando con rotundidad que dichas propuestas se realizan para crear empleo, tal y como ha llegado a afirmar también el propio Presidente del Gobierno. Pero para mí, el tema no va más allá del mero entreguismo a las políticas neo liberales y sus viejas demandas, por cierto tan viejas como la lucha de clases. Es muy significativo que las "recetas" que siempre ponen sobre la mesa sean precisamente estas, despido más barato y la consabida cantinela de los costes salariales y las cotizaciones sociales.
Es también conocido por parte de los ciudadanos que en interposición a los planteamientos de esta "elite de la finanzas" está la opinión de otros dirigentes de la patronal, personalidades tan expertas como Felipe González y otros economistas liberales más sinceros más honrados y rigurosos que reconocen por el contrario, que las reformas de este tipo no lo crean y que, en todo caso están por ver que el empleo que se cree vaya a ser mejor cuando salgamos de la recesión y el crecimiento de la economía empiece a generar la necesidad de contratación.
Reconozco que no soy entendido en la materia, pero quizá por eso mi desconfianza, por eso, o por mi largos años dentro la lucha sindical en la Unión General de Trabajadores, sindicato en el participe en su "refundación" junto a compañeros tan entrañables como Juan Cuenca (qepd),Antonio Gallego, Manuel Estévez, Antonio Espinosa etc,etc y en el que tuve importantes responsabilidades tanto a nivel local como nacionales, en un tiempo donde la política en nuestra ciudad, como en todo el país la movía las ideas, no los bolsillos. Un tiempo muy anterior a que fuera prostituida y denigrada por la pandilla de pillatigres, saltabalates, tirititeros del pesebre y de la saca, por toda esa corte de enanos mentales que llegaron después con don "Corleone and Company" y que han sido peor que el caballo de Atila, a los hechos me remito. Pero vayamos a lo que íbamos, para mi,lo que ocurre sencillamente es: Que las propuestas que se están haciendo de reforma laboral se basan en una serie de mentiras y faldeadas que de tanto oírlas se dan por buenas a la vez entramos en un abanico de prejuicios ideológicos que lo que pretenden es disimulan lo que de verdad se busca con la reforma laboral.
La primera gran mentira es que la reforma laboral sea necesaria para hacer frente a la crisis y lo que más me rechina concretamente es que sea imprescindible para acabar con el paro que ésta ha provocado. Es mentira por la sencilla razón porque el desempleo que hoy día se registra en nuestra economía no es el resultado de la legislación laboral, de los costes de despido imperantes (cuando se han perdido casi dos millones de puestos de trabajo sin mayores dificulta des por parte de las empresas) o de las rigideces de la negociación colectiva. Es más que evidente que se han perdido tantos puestos de trabajo como consecuencia de la crisis financiera que ha provocado la irresponsable actuación de la banca y que ha dejado sin financiación a miles de empresas, del estallido de la burbuja inmobiliaria, de la desconfianza empresarial que todo ello ha originado y, quizá como fenómeno añadido, de un incremento anómalo (aunque no por ello indeseable) de la población activa arrastrado por el propio crecimiento del empleo de años anteriores.
Por tanto, para hacer frente a la crisis lo necesario no es la reforma laboral, como se viene diciendo, sino dar soluciones a estos problemas que la originaron en última instancia y de los que apenas se habla, y mucho menos cuando de la banca y del aseguramiento de la financiación se trata.Como se echa de menos la existencia de un grupo fuerte de banca pública que compita con la privada y así se evitaría la asfixia que esta ejerce sobre todo contra las PYMES. ¡Pero claro nos dio por la moda de privatizarlo todo!
La segunda gran mentira es la que trata de afirmar que se podrá garantizar ahora o más tarde mayor volumen de empleo o de mejor calidad simplemente actuando sobre el mercado de trabajo. Se trata de una tesis liberal que la evidencia empírica ha demostrado en innumerables ocasiones que es falsa, o cuanto menos insuficiente, porque la creación de empleo no depende simplemente de las condiciones de la oferta y la demanda en el mercado de trabajo sino de lo que pase en el mercado de bienes.
Lo que nos puede traer una reforma como esta a los trabajadores va a ser lo mismo que trajeron las anteriores, en España y en todos los países en las que se han llevado a cabo: Mano de obra más barata y más dócil, puestos de trabajo más precarios y mejores facilidades para obtener beneficios a costa de producir menos y peor, pero nunca un incremento en el nivel de empleo por sí misma. Lo que crea empleo general es la demanda global del conjunto de la economía y no la demanda de trabajo de cada empresa: por muy barato que sea el despido, o por muy buenas condiciones de negociación que tenga un empresario, o por muy atractivo que sea el modelo de contratación, los empresarios no contratarán empleo si no tienen expectativas de obtener beneficios y eso dependerá principalmente de su volumen de ventas, de las condiciones imperantes en el mercado y de su estructura general de costes que generalmente tiene más que ver con factores relativos al entorno general de la empresa que con el montante particular de sus costes laborales.
La tercera mentira es decir que se puede combatir la dualidad en el mercado de trabajo (un problema que efectivamente habría que resolver en nuestro mercado laboral) incorporando nuevas formas de contrato y concretamente un tipo único.
La cuarta mentira es afirmar que se va a crear más empleo o de mejor calidad abaratando el despido o flexibilizando la contratación. Es justamente lo contrario lo que ha ocurrido después de las reformas anteriores (algo que los liberales reconocen pero que justifican diciendo que no fueron tan lejos como debieran). Lo que ha venido después de todas ellas ha sido el aumento de la temporalidad y de la rotación de los contratos (hasta 13 millones en el pasado año) y nunca aumentos en la calidad del empleo o incluso de su volumen con independencia de las condiciones generales de la economía.
Pero la más gorda de las mentiras que nos cuenta estos "tios tan listos" es decirnos que el mercado laboral español es rígido, o más que otros países de la Unión Europea, cuando hemos podido comprobar que las empresas han podido realizar ajustes de todo tipo y recurrir a prácticamente cualquier tipo de contrato en estos años y a despedir sin problema a la mano de obra que no podían asumir cuando la crisis bancaria ha destrozado la actividad económica. Como tampoco lo es que los salarios españoles sean excesivamente altos y limiten nuestra competitividad.
El problema del empleo en España no está en el mercado de trabajo. Está en el modelo de crecimiento, en el predominio de un tipo de actividad de bajo valor añadido y dependiente, en el tamaño tan reducido de las empresas como consecuencia del tipo de redes interempresas que han impuesto las grandes, en la escasez de capital social que pueda dinamizar la innovación y que permita competir por una vía diferente a la de abaratar la mano de obra, en la gran oligopolización de los mercados, en el excesivo poder político de la banca que le permite imponer condiciones favorables a sus beneficios pero letales para la creación de riqueza productiva, entre otros factores. Y el problema radica, sobre todo, en que los grandes capitales obtienen tantos beneficios en las épocas de crecimiento intensivo a base de este modelo que les compensa soportar las fases recesivas sin modificarlo porque no es sobre ellos sobre quien recaen sus costes e inconvenientes. Sobre todo cuando ocurre como ahora, que esas grandes empresas o los bancos que han acumulado cientos de miles de millones de beneficios en los últimos años gracias a este modo de actuar no tienen dificultades para imponer nuevas medidas que permitan reforzarlo para volver a las andadas.
En resumen, la reforma laboral que la gran patronal y la banca están reclamando al gobierno no responde a las causas que han provocado la crisis y el desempleo, no va a lograr crear más puestos de trabajo, no acabará con la dualidad entre empleos indefinidos y temporales, no elevará la productividad ni mejorará la competitividad de nuestras empresas, salvo las de aquellas que solo la buscan abaratando la mano de obra.
La única verdad para mi es: Que la verdadera función de la reforma laboral no responden a las mentiras que nos cuentan, sino a otras que los trabajadores sabemos desde hace mucho tiempo. todos nosotros sabemos que lo único que busca esa política no es otra cosa que crear mejores condiciones para que los poderosos ganen más dinero todavía y de paso una clase trabajadora más domesticada. Para colmo el Ejecutivo y la CEOE pretendían que las Centrales Sindicales pasaran por el aro.
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