Como pasa el tiempo, Enero va que se las pela, hoy ya es viernes, otra vez está aquí el fin de semana. Lo cierto, es que lo estaba esperando con "ansia" para olvidarme de todos los "problemillas" que me han estado acuciando durante estos últimos días. El Viernes después de la sesión de diálisis me quito de la circulación, me dedico a darle gusto al cuerpo y a la mente. Me refugio en mi atalaya semi oculta en Mira Sierra, me pongo a podar las plantas , a dar mis largos paseos por el campo y la playa, a recolectar la fruta en la huerta, a tomar el sol en el porche, mientras leo la ultima novela de Antonio Muñoz Molina, "La noche de los tiempos". En fin, pequeñas cosas con las que uno disfruta como un condenado y se olvida por unas horas de la cruel realidad.
Los viernes por la tarde,en estos días aun cortos del mes de Enero, cuando llego de la clínica, no me da tiempo de nada, apenas si llego a tiempo de ver como la noche engulle al día. Lo justo para contemplar a la tarde ya agonizando sobre la superficie verde de la mar. Solo unos instantes para recrearme un poco viendo como la luz decrece sobre el silencio de los arboles en la huerta, y el manto de la oscuridad se va extendiendo desde las colinas hasta la vega,mientras, escucho el ruido del agua en las acequias, antes apenas perceptible, ahora, cada vez más claro , mucho más limpio , como el gorjeo del último pájaro que pasa delante de mi, buscando un sito donde dormir allá arriba en la altiva araucaria. Poco a poco la oscuridad se apodera de todo, oigo como la vida en la huerta se dispone a dormir .
Abajo, allá en el Pelaillo centellean las primeras luces de las farolas del paseo marítimo, cierro los ojos, cuanto paz hay en la naturaleza de mi entorno, doy gracias por lo afortunado que soy de poder disfrutar de todo lo que tengo ante mi. Pienso, me pregunto, ¿como esta misma naturaleza que irradia tanta belleza es capaz de traformarse en ese caballo desbocado que genera tanta destrucción y tanta muerte?
El sol se esconde tras las lomas de Cerro gordo dejando teñido de purpura el cielo del Pelaillo. Las primeras "traiñas" comienzan a salir por la bocana del puerto, van en su diaria singladura hacia los cada vez más lejanos y esquilmados caladeros, en busca de las escasas capturas, casi que llego a oir el ruido de los potentes motores.
Aquí en la huerta la tarde desaparece de pronto y aunque la luz se resiste a dejarla, el mundo termina por apagarse de golpe, noto sobre la piel el relente, siento un poco de frió, entro en la casa, la sombras se van apoderando del relieve de los muebles, deambulo por las habitaciones, hace más frió, la noche y la soledad nos abriga, estamos solos en medio de todo lo que amo. Me miro en el espejo, veo el cansancio en todas las partes de mi cuerpo. Me siento junto a la chimenea, me agrada sentir el placer de calor, del olor de las cenizas y admiro la belleza del cuadro abstracto de las llamas. Este calorcillo me va envolviendo en un estado de dormivela. Bueno me rindo, mañana sera otro dia, haremos todo lo que dije antes o ya se verá. Quizá si hace buen día, me dedique a la vida contemplativa que no es mala idea en estos andurriales. Antes de irme a dormir recuerdo un breve poema del libro "Interior con figuras" de José Ángel Valente.
Un día nos veremos
al otro lado de la sombra del sueño.
Vendrán a ti mis ojos y mis manos
y estarás y estaremos
como si siempre hubiéramos estado
al otro lado de la sombra del sueño.
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